Conforme un estudio, los seres humanos transmitimos químicamente nuestras emociones y el intuición ocupa un rol central a la ocasión de demostrar lo que sentimos. De Pinocho al siglo Xxi, la ñatas en primer plano.
El sagacidad es uno de los sentidos que menos utilizamos. O, por lo menos, uno de los que menos creemos que utilizamos. De las feromonas a la ocasión de enamorar a los mitos y leyendas urbanas que sostienen que el horror “se huele”, proporcionado se ha dicho sobre el rol de la trompa en nuestra vida pero corto se sabía indudablemente. Inclusive hoy en día.
Un estudio consumado por la colegio hoja de Utrecht, que fue publicado en el journal Psychological Science, confirma que transmitimos nuestras emociones a oblicuidad de procesos químicos. Este descubrimiento es sumamente importante actualmente que corre del primer puesto al jerga y a los gestos tal únicos comunicadores de lo que sentimos.
Entonces, la cuestión es inexcusable: ¿se puede oler el miedo? ¿Y el afición? La resolución es “sí”, existen señales químicas que hacen que nos sincronicemos emocionalmente escaso ser conscientes de ello y más más lejos del aroma que usemos.
¿Cómo se realizó el estudio?
El investigador Gün Semin –junto a un grupo de colegas- recolectó sudor generado por dos conjuntos de hombres: unos estaban viendo una película de horror y otros un film que les provocaba desagrado y asco. Tanto condición, los días previos los participantes no tenían aprobado fumar, ni acostumbrarse ejercicio físico demasiado ni consumir alimentos olorosos o alcohol. Asimismo, sólo pudieron emplear productos de profilaxis personal escaso olor.
Una vez tomadas las muestras, se expuso a un grupo de mujeres al sudor recogido mientras que se registraban sus expresiones faciales y sus movimientos oculares.
De convenio a lo que habían pronosticado los científicos, las que estuvieron expuestas a la “transpiración de miedo” adoptaron expresiones características del temor y abrieron exageradamente los ojos y las fosas nasales. Por demás lado, las mujeres que olieron la “transpiración del desagrado” mostraron gestos de enfado, bajaron sus cejas, fruncieron el enfado y arrugaron la trompa. Lo más seductor de este conclusión es que ninguna de las mujeres participantes sabía de esos efectos ni lo podía relacionar con el olor percibido.
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